El artista plástico Pablo de Pinini dona a Utrera sus retratos de Fernanda y Bernarda

21/06/2017


Las obras del pintor y fotógrafo madrileño se inaugurarán en el marco de los actos “Previos del 61ª Potaje Gitano” y se exhibirán permanentemente en el Centro Cultural Utrerano


FUENTE:  José Jiménez Loreto – Asesor Técnico de Promoción Cultural –

552 kilómetros separan su casa familiar en la madrileña calle Arturo Soria de la calle Nueva de Utrera, aquella que su mítico tatarabuelo alborotara con sus cantes y borracheras en las postrimerías del siglo XIX, como quedó inmortalizado en sus célebres cantiñas: “La calle Nueva se ha alborotao/ porque Pinini se ha emborrachao”.

Pablo Casado Núñez reúne en la doble hélice de su ADN algunas de las ramas más frondosas y fructíferas que los gitanos flamencos, como diría el guitarrista y escritor Pedro Peña, han hecho crecer en la historia y la cultura de la Baja Andalucía. Pininis de Utrera y Lebrija, Marqueses de Morón y Melchores de Marchena son blasones de su escudo heráldico, cuyas armas son el cante, el baile y el toque. Eso sólo por línea materna, porque el linaje astur de su progenitor también sorprende si reclama en los cantares vaqueiros el origen de palos flamencos como la farruca o el garrotín. En el viejo álbum familiar de su madre Antonia guarda amarillentas fotos de algunos de los cantaores, bailaores y guitarristas claves en el arte jondo del siglo XX: “Popá” Pinini, Fernanda y Bernarda de Utrera, Melchor de Marchena, Pepa de Utrera, Miguel Funi, Fernandillo de Morón, Pepa de Benito, Pedro Bacán, Enrique de Melchor, Inés Bacán, Inés de Utrera…; una parentela inagotable a la que habría que sumar a muchos anónimos del arte y el “ánge” que hicieron y hacen del flamenco su vida pero no su profesión.

Pero no esperen que el artista Pablo de Pinini, a pesar de heredar un apodo tan gitano y cantaor, les estremezca con un quejío por soleá o se dé una “pataíta” por bulerías para partirse la camisa. El madrileño, que presume de sus orígenes a la vez que se declara perdidamente enamorado de su gran urbe, se salió por la tangente de la tradición familiar y abrió un nuevo capítulo artístico para su saga, el de las artes plásticas: la pintura y la fotografía.

Su deseo por representar la realidad y mundos inventados, despiertan desde bien temprano. A los siete años comienza a diseñar sus propios bocetos, donde descubre en la perspectiva un concepto tempo-espacial que le acompañará en toda su trayectoria. Pero dibujante temprano, pintor tardío.

Así es, durante muchos años el idilio de Pablo con la paleta y los pinceles fue un ni contigo ni sin tí con muchos reproches y complejos. Fue entonces cuando se decantó por el dibujo técnico, que calmó sus deseos adolescentes y le dio un futuro profesional como reputado delineante proyectista que ha ejercido durante un cuarto de siglo en distintos estudios de arquitectura y diseño de Madrid y en la actualidad en una importante empresa constructora española, además de ampliar su formación con un máster en diseño gráfico e ilustración.

Pero, como dijo la escritora inglesa George Eliot, nunca es demasiado tarde para ser lo que podría haber sido, y es a partir de 2013 cuando Pablo Casado se transmuta en Pablo de Pinini y crea su alter ego, el pintor y fotógrafo, el artista emergente que es hoy.

Él se declara un eterno aprendiz que continúa su formación como pintor de la mano de los prestigiosos maestros chilenos Alejandro Decinti y Oscar Villalón, dentro del proyecto artístico Arte DV. Su pasión por el figurismo, por el nuevo realismo pictórico, sus coqueteos con el barroco de Van Dyck y Rubens -maestros flamencos del siglo XVI- o su estudio de la síntesis en el pintor americano contemporáneo Robert Lemler han aportado a sus obras un halo que no deja indiferente. En su todavía incipiente trayectoria pictórica, ha participado en varias exposiciones individuales y colectivas en Madrid y sus alrededores, así como en muestras internacionales como las exposiciones “Homenaje a Chile” celebradas en la Embajada de Chile en Berlín y en el Instituto Cervantes de Hamburgo.

Para Pablo de Pinini, la relación de la fotografía con la pintura es un perfecto y necesario matrimonio para el resultado final de sus interpretaciones. Por ello continúa su formación como fotógrafo en la escuela “Madphoto” de Madrid ampliando sus conocimientos de técnica y composición fotográfica, al tiempo que colabora con artistas de la talla de Pedro Expósito o Juanjo Alonso, entre los mejores fotógrafos naturalistas y artísticos de nuestro país. En 2014 obtuvo el primer premio de fotografía de iniciación “Madphoto” y en 2015 el primer premio de fotografía “Griñón Arte”.

img_8169-1.jpgConsciente de que las artes plásticas viven actualmente un escenario muy crítico y sin demasiadas expectativas en el mercado español, desde 2016 se aventura junto a su compañero Carlos Rubio a poner en marcha la plataforma artística digital Amanoarte, una web dirigida a la creación de obras originales de calidad a un coste asequible para el gran público que también es un escaparate para los creadores emergentes que intentan abrirse camino en este complicado mundo del arte. Esta galería online ha ido aumentando sus líneas de trabajo, incorporando productos artísticos enfocados a la comunicación comercial y a las estrategias publicitarias personalizadas que están obteniendo un gran éxito, como sus famosas pizarras rotuladas a mano o sus exclusivos y elaborados murales en paramentos de locales, así como otras ofertas creativas en cartelería, ilustración, rotulación, iluminación y ornamentación.

Sin duda, Pinini tiene en el retrato pintado o fotografiado el mejor aliado de su expresión artística. Él lo aborda como un momento de paso, un puente entre la persona retratada y quien después lo mirará y lo comprenderá, un testimonio con el que puede aspirar a vivir también del después y a contar algo que todavía no existe. Su figuración, su realismo efímero, desnuda a personajes a los que el pintor no sólo desentraña la fidelidad al modelo sino que, al mismo tiempo, les extrae retazos de sus almas.

Hace un año se produjo un reencuentro con su familia, con sus raíces gitanas y flamencas que sólo la llamada de la sangre puede explicar. Y tuvo que ser en ese Potaje Gitano de Utrera del que Pablo tanto había oído hablar desde niño en su casa madrileña. Y aquí surgió el reto que más anhelaba, su puesta de largo pictórica, la compensación a los suyos por el copyright de su apellido, su homenaje a las Pininis más universales, sus retratos al óleo más puros y jondos.

En unas horas, Pablo de Pinini y las “almas” de Fernanda y Bernarda recorrerán nuevamente esos 552 kilómetros que les separan de Utrera, pero esta vez será para quedarse. Ellas, las “Niñas de Utrera”, reencarnadas en dos obras de arte que las inmortalizarán más si cabe, y él, el autor, dejando aquí un trozo de su vida y de su legado artístico; para su familia, para el pueblo de Utrera y para el mundo. Y cuando lleguen, por la Fuente Vieja se escuchará el aguardentoso eco de un viejo gitano cantándoles por cantiñas: “La calle Nueva se ha alborotao/porque Pinini las ha pintao”.

Ole tú, Pablo; óle tú, Pinini.

 

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